martes, 21 de julio de 2009

A LA NUEVA JUVENTUD

América Latina, tierra de una historia de dominación, vive tiempos de cambios que ameritan ser comprendidos y que son a su vez una invitación a la nueva juventud para que seamos partícipes y creadores de la historia de emancipación de la tierra americana. Gobiernos progresistas han venido detentando el poder supremo y democrático, otorgado por los pueblos que vieron en ellos una esperanza para plasmar para siempre nuestras banderas con el sello de la libertad y de la justicia. Desde la Patagonia hasta Centro América, el rio de la revolución, del sentido patrio y de la reivindicación de los pobres, ha cruzado con fuerza y crece de tal manera, que, pensamos, la utopía ahora es querer detenerlo.

Dicho lo anterior, resaltamos con honor la lucha de los líderes latinoamericanos, muchos de ellos adheridos al ALBA, ejemplo fehaciente del interés de conseguir la tan anhelada y necesaria unión de nuestras naciones. Esta época de cambios debe necesariamente y para perpetuar el bienestar de los ciudadanos americanos, parir a la nueva juventud, que será la que en el futuro próximo tome las riendas republicanas destinadas a bañar de gloria a todos los hijos de la gran patria que lleva por nombre América.

La nueva juventud tiene que empezar a dar pasos hacia la transformación de los sistemas, pensamientos, corrientes y políticas tradicionales. Si queremos que las grandes alamedas sigan abriendo paso al hombre y a la mujer libre, es imprescindible que comencemos a proyectar a través del análisis, de investigaciones, pero aún más importante, de acciones, cuál es la tierra americana que queremos y de la que seguramente estamos aún muy lejos de ser, pues, esa tierra debe caracterizarse, entre tanto elementos, por el desarrollo social sostenible, por una economía humanizada, por la fortaleza de la conciencia de los ciudadanos en temas tan importantes como el ambiente, la cultura y la comunicación.

Demoler el pensamiento tradicional es un gran reto, pero debe ser asumido. Las corrientes del siglo XX que debutaron, debatieron y se pelearon por un trozo de poder, han demostrado su incapacidad para la conquista del bienestar común. Una, el capitalismo, porque no es realmente su objetivo, y la segunda, el enigmático socialismo, por su infinidad de abstracciones y su incapacidad pragmática en la resolución de problema sociales que necesariamente no responden a complejos discernimientos filosóficos y políticos.

La nueva juventud debe tener en su médula la noción de crear e inventar. La complejidad de la realidad, el surgimiento para algunos del posmodernismo, la llamada crisis paradigmática, el surgimiento de nuevas teorías apegadas al sentimiento vacuo de la humanidad, entre otras cosas, son factores que evidencia el desgaste del pensamiento contemporáneo, debido, quizá, a su continuo e imparable distanciamiento con la realidad de la mayor parte de la población mundial.
Si en algo contribuye el surgimiento del “post” fue en hacernos caer en cuenta de los simplicistas que hasta el momento habían resultado las corrientes de pensamientos tradicionales. Precisamente a esa reflexión nos conduce el padre del pensamiento complejo, Edgar Morin, haciéndonos un sensato llamado a vivir, por medio del pensamiento y de la reflexión, la complejidad de la realidad. He ahí uno de nuestros guías, sobre el que es necesario profundizar. De la misma forma es importante resaltar a Paulo Freire, personaje histórico que nos enorgullece, del cual extraemos principalmente la formula acción + reflexión + acción. Su enseñanza sobre la educación liberadora es imprescindible para conducirnos a buenos términos.

Ha nacido la nueva juventud en un momento de transición política y recae sobre nuestros hombros la dura tarea de avanzar hacía el noble objetivo de la consolidación de la soberanía y el logro supremo de ser tierras de ciudadanos conscientemente libres.

Es nuestro deber comenzar una política ciudadana transformadora, y para ello la unión es en pocas palabras imprescindible. Es vital que reconozcamos verdaderamente a nuestra patria como América, las cicatrices que desdibujan equívocamente nuestra geografía no debe ser más una limitante para comprender que un dolor en Tierra del Fuego se convierte pronto en un gemido en todo el continente. Nuestro acciones deben caracterizarse, entonces, por el engranaje estratégico entre los focos sociales, llamémosle así por ahora, existentes. El soplo que parte de Venezuela debe transcurrir los caminos establecidos por esta nueva juventud, hasta llegar tal como se quiere a un punto final, y viceversa, tan sólo por citar un ejemplo.

Debemos determinar prontamente el camino a seguir respondiendo qué es lo que tenemos en común, cuáles son nuestros problemas compartidos y de qué manera los afrontaremos. Hay temas circunstanciales sobre los que debemos dar a conocer nuestra postura. Urge abrirnos un espacio en la vida política de nuestras naciones de forma tal que en los momentos adversos podamos plantear soluciones en conjunto y velar por la resolución positiva del problema.

Ante nosotros compañeros hay un mundo que debe ser transformado para asegurarle a nuestra especie el derecho legítimo que tiene de disfrutar de tierras sanas en plena libertad. Pongamos, pues, en marcha hacia la consolidación de nuestro proyecto, hacía la concreción de la idea de hacer de América una potencia tanto en lo social como en lo tecnológico, privilegiando, por supuesto, lo humano. Inventemos un mundo nuevo, totalmente nuevo, esencialmente nuevo, es necesario.

OSWALDO GALET